Así lo corrobora, al menos, un proyecto llevado a cabo en Reino Unido. Durante cinco años, un grupo de investigadores monitorizó varias cosechas en las que plantaron diversas hileras de flores autóctonas. Las flores se plantaban en el interior del campo, una imagen inusual, y la idea de fondo era sencilla: permitir que insectos locales y predadores pudieran acceder con facilidad a otros insectos que pudieran echar al traste la cosecha (y con ella, la economía del agricultor).
Fuente
xakata
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