Me engañó totalmente”, recuerda Federico Viejo, Fede, 20 años después. “Y menos mal, porque si ella no se hubiera cruzado en mi camino ahora estaría muerto o en la cárcel”. Llevaba cuatro años durmiendo en la calle cuando se conocieron. Desde los 15 estaba enganchado a las drogas y al alcohol y había pasado tres años en prisión por una estafa. El bocata era un pretexto para llevarle a una casa de acogida. Cuando atravesó la puerta pesaba 50 kilos. Era un hombre destruido, por dentro y por fuera. “Ella me lo devolvió todo”. Lo primero, la autoestima
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El pais
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