Creo poder adivinar a qué huelen las nubes, a qué saben y creo poder percibir qué se siente rodeado de ellas; que se trata de un cielo animado capaz de dibujar mensajes pictográficos solicitando sean atendidos; identifico mejor las siluetas en el cielo y las agrupo según especies y subespecies en mi granja de estratos o altoestratos, según se tercie; si mi cabeza vuela habitualmente hacia ellas, me ubico espacialmente y me resulta más fácil tomar tierra de nuevo -los cumulonimbus ayudan a descender...si quieres-; ya no son un misterio esos objetos lenticulares de los que surgían seres de cabeza achatada que intentaban abducirme...; y cuando me acuesto observando una puesta de sol velada de colores melífluos, el sueño disipa sus contornos de una manera más racional, y la mañana deja entrever la magnitud del verdadero frente que ocultaba; si advierto nubes en el horizonte, intuyo los vientos bajo ellas y decido si son portantes y soplan en ayuda de mi travesía...
¿Que más puedo pedir?
Escrutar el cielo nos acerca más al conocimento de nosotros mismos, a la dimension más primitiva y por lo tanto más humana, que hemos dejado atrás...olvidándola.
Gracias Carlos. Gracias Ismael.
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